martes, 23 de diciembre de 2014

¿Hacia donde se dirige nuestra vida?

Muchas veces nos preguntamos si realmente lo que estamos haciendo es lo que deberíamos hacer. Muchas veces nos sentimos inseguros porque intentamos lograr todos nuestros sueños y deseos en un mismo día, queremos realizarlos todos juntos, aunque más tarde que temprano nos damos cuenta que así no funciona, que estuvimos equivocados. Quizá caemos en este error porque tememos perder tiempo, quizá porque pensamos tanto en el futuro que "si no hago todo ahora, mi futuro no tendrá lo que yo quiero". Es muy cierto, a propósito, que hay que trabajar los sueños y se necesita constancia, disposición y motivación. Podemos llegar a la siguiente conclusión: mientras más uno trabaje su sueño, mejores resultados obtendrá. Pero a menudo lo que ocurre es que intentamos sobrecargar nuestro historial de metas, intentamos obligarnos a hacer más cosas de las que realmente somos capaces. Queremos ganar tiempo aunque sin duda, de esta forma, lo terminamos perdiendo. Terminamos abandonando todas nuestras metas, frustrándonos y pensando que no podemos lograr nuestros objetivos. Cae nuestra autoestima, se deteriora la percepción de nosotros mismos y nos vemos atados a un embrollo colosal.

Es mucho más prudente optar por realizar pequeñas tareas por día, ya lo dicen: con paciencia se gana el cielo. Dale Carnegie nos enseña en su libro sobre preocupaciones lo siguiente:

"...quiero que se diga usted que su vida es como un reloj de arena. Usted sabe que hay miles de granos
de arena en lo alto de tales artefactos y que estos granos pasan lentamente por el estrecho cuello del medio. Ni usted ni yo podríamos hacer que los granos pasaran más de prisa sin estropear el reloj. Usted, yo y cualquier otro somos como relojes de arena. Cuando empezamos la jomada, hay ante nosotros cientos de cosas que sabemos que tenemos que hacer durante el día, pero, si no las tomamos una a una y hacemos que pasen por el día lentamente y a su debido ritmo, como pasan los granos por el estrecho cuello del reloj de arena, estamos destinados a destruir nuestra estructura física o mental, sin escapatoria posible"


Tiempo tenemos suficiente, no tenemos infinito y eterno, por supuesto, pero con un poco de dedicación se puede aprender a administrar y a sacarle provecho.

¿Acaso los mejores ajedrecistas tienen más piezas en el tablero que las que poseen los aficionados? ¿tienen tal vez dos damas?, por supuesto que no, pero a todas las piezas les saben sacar su mejor provecho. No difiere ni en una fracción de segundo el tiempo entre el más y el menos productivo del mundo. Todo depende de qué hacemos con nuestra mente, cómo la usamos para hacer una u otra actividad.

Tratemos de imaginar que estamos en un auto, tal vez no sea el mejor, es decir que tal vez no estemos pasando los mejores días de nuestra vida. Quizá sí. Conclusión hasta aquí: el auto simboliza nuestra vida. Ponemos en marcha ese auto soñando nuestros sueños y avanzando hacia ellos. Tal vez no tenemos mucha idea de cuánto acelerar. Quizá sí; ojalá. Si aceleramos mucho corremos el riesgo de estrellarnos, sin mencionar que tenemos que estar completamente seguros hacia dónde nos dirigimos; esto lleva a que si aceleramos mucho en sentido contrario o en otro sentido que no nos convenga, estaremos aún más lejos de nuestro objetivo primordial. Además dicen que el auto se deteriora (nuestra vida nos limita un poquito más cada día; no tenemos las mismas posibilidades, estamos más viejos, menos ágiles, etc).

Supongamos por el contrario que aceleramos mucho y en buena dirección, esto ocurre y es lo mejor, sería nuestro óptimo rendimiento. Muchas veces debemos apretar el freno, ese pedal molesto que no nos gusta, o a veces sí nos agrada, quizá cuando estamos cansados de avanzar hacia un lugar equivocado. ¿Y el embrague?, este no deja de ser importante, de hecho tal vez es el más crucial para alcanzar nuestro objetivo; para llegar a esa ciudad tan anhelada. Al apretar este pedal izquierdo estamos recordando para qué seguimos caminando-volando. No nos olvidemos de que este pedal nos da la posibilidad de aumentar la velocidad en la palanca, de pasar a tercera, cuarta, quinta, permitiéndonos desplazarnos a mayor velocidad. Ahora bien, la palanca es un arma de doble filo, porque puede llevarnos a la victoria o a la derrota (al gran choque). Ya sabemos que dependemos del embrague, si éste no existiera, simplemente el auto no funcionaría, simplemente no avanzaríamos hacia ningún lado si nuestros objetivos no estuvieran claros. Estaríamos girando en círculos sin progresar en la vida.

Hay que tener especial cuidado, por otra parte, con otra idea bastante común y bastante devastadora también, esa idea que hace destrozar a los buenos. Imaginémonos ahora que estamos apretando el acelerador a fondo, estamos con los ojos bien abiertos, vemos bastante del camino que recorreremos; no hay niebla, ni llovizna ni tormenta. Se empiezan a encontrar los primeros vestigios del cumplimiento de nuestro ya cansado de soñar objetivo. Y apretamos el freno, EL FRENO CON EL ACELERADOR, ¡gran error!. Nuestro auto empieza a romperse y nuestra mente está muy dispersa, no sabe en qué pensar, y una depresión, tristeza surge dentro nuestro. 

Tratemos entonces de encontrar nuestra pasión, morirnos por ella, mantener el acelerador, estar bien atento, soltar despacito el freno y rogar a nuestro Dios que nos ayude. Agradecer la ayuda ya prestada, y dejar que Él sea el conductor de nuestro auto, de nuestra vida.

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